Marruecos. Esa
simple palabra me despierta tantos sentimientos.
Marruecos es magia
pero esto es algo que ya se sabe.
Marruecos es aquel país cuyos
habitantes no lo valoran hasta que lo dejan atrás. Porque cuando lo
dejan atrás se dan cuenta de que la esencia de
Marruecos son las
pequeñas cosas, esas pequeñas cosas de las que no nos damos cuenta
hasta que estamos lejos. Insignificantes cosas como tomarte un vaso
de thé dulce enfrente del mar. Como ese pan que comes con ganas
todos los días. Ese colorido al salir a la calle. Esas ganas de
vivir que tiene la gente. Como esos niños que corretean por la
medina y cada vez que vas te piden dinero para comprar una pelota.
Insignificantes cosas como coger un taxi y escuchar interesantes
conversaciones durante todo el trayecto. Conversaciones en árabe,
pero también en español, en francés e incluso inglés. Porque si
algo tiene
Marruecos que no se encuentra en otra parte es la
multiculturalidad. Hablemos también de la música. Siempre he estado
huyendo de la música árabe mientras he vivido en
Marruecos, y ahora
que estoy lejos, ahora conozco su valor. Esos ritmos son de otro
mundo. Es el ritmo de la alegría. De un pueblo que es feliz aún
sabiendo que tiene mucho que conseguir todavía,mucho por lo que
luchar. Echo de menos hasta cuando me saltaban en los anuncios en
YouTube tomates bailando de anuncios de salsa de tomate
marroquí.
Ahora hasta la publicidad me parece aburrida. Dicen que todos
estamos vinculados al lugar de dónde venimos y lo estaremos siempre.
Yo me siento orgullosa de venir de dónde vengo, de ser de dónde
soy, cada día más. Hay miles de cosas que no comparto de la mentalidad de la gente en
Marruecos, pero hay otras mil que admiro y
de las que me siento orgullosa. Me siento orgullosa de la
hospitalidad, de la sonrisa en la cara siempre, de tener un buen par
para afrontar las adversidades y de nunca rendirse. Me siento
orgullosa de soñar, de no dejar que nadie me arrebate mis sueños y
de no parar hasta conseguirlos. Porque puede que mis sueños no sean
los mejores, y también puede que cuando se cumplan me de cuenta de
que no eran para tanto, pero nunca me habré quedado con la espina de
no haberlo intentado. En Marruecos he crecido y en Marruecos me he
desarrollado, es allí donde he aprendido la calma, he aprendido a
vivir “sin pausa pero sin prisa”, he visto gente que con muy poco
ha conseguido ser más feliz que gente con mucho. Eso me ha llevado a
pensar en el valor del dinero, es necesario, pero con poco también
se puede hacer mucho, por lo menos en Marruecos. Cuando no estoy allí
siento cómo el tiempo vuela, cómo pasan los días, incluso los
meses, pero al llegar a Marruecos es como si la vida se parara. Es
como si sintiese la necesidad de aprovechar cada minuto y
disfrutarlo, observar a la gente, escuchar mi lengua, escuchar el
sonido del imán de la mezquita indicando que es hora de rezar,
respirar ese aire cálido que sólo me transmite confianza y me
indica que ya estoy en casa, que ya puedo quitarme esa carga que
llevo sujetando en la espalda y dedicarme aunque sea por poco tiempo,
a descansar de la rutina.
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Restaurant Dar Naji Tanger (Septiembre 2014) |
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Salon Bleu, Tánger. (2012) |
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Las preciosas calles de Asilah (abril 2015) |
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Perdida en las calles de Asilah (abril 2015) |
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Asilah (abril 2015) |
También dejo un poco de música: https://www.youtube.com/watch?v=04kWhCp3Fss
https://www.youtube.com/watch?v=zKGW9V1WSl8
https://www.youtube.com/watch?v=nKGsSWGe9j4