lunes, 11 de mayo de 2015

Marruecos: el ritmo de la alegría.

Marruecos. Esa simple palabra me despierta tantos sentimientos. Marruecos es magia pero esto es algo que ya se sabe. Marruecos es aquel país cuyos habitantes no lo valoran hasta que lo dejan atrás. Porque cuando lo dejan atrás se dan cuenta de que la esencia de Marruecos son las pequeñas cosas, esas pequeñas cosas de las que no nos damos cuenta hasta que estamos lejos. Insignificantes cosas como tomarte un vaso de thé dulce enfrente del mar. Como ese pan que comes con ganas todos los días. Ese colorido al salir a la calle. Esas ganas de vivir que tiene la gente. Como esos niños que corretean por la medina y cada vez que vas te piden dinero para comprar una pelota. Insignificantes cosas como coger un taxi y escuchar interesantes conversaciones durante todo el trayecto. Conversaciones en árabe, pero también en español, en francés e incluso inglés. Porque si algo tiene Marruecos que no se encuentra en otra parte es la multiculturalidad. Hablemos también de la música. Siempre he estado huyendo de la música árabe mientras he vivido en Marruecos, y ahora que estoy lejos, ahora conozco su valor. Esos ritmos son de otro mundo. Es el ritmo de la alegría. De un pueblo que es feliz aún sabiendo que tiene mucho que conseguir todavía,mucho por lo que luchar. Echo de menos hasta cuando me saltaban en los anuncios en YouTube tomates bailando de anuncios de salsa de tomate marroquí. Ahora hasta la publicidad me parece aburrida. Dicen que todos estamos vinculados al lugar de dónde venimos y lo estaremos siempre. Yo me siento orgullosa de venir de dónde vengo, de ser de dónde soy, cada día más. Hay miles de cosas que no comparto de la mentalidad de la gente en Marruecos, pero hay otras mil que admiro y de las que me siento orgullosa. Me siento orgullosa de la hospitalidad, de la sonrisa en la cara siempre, de tener un buen par para afrontar las adversidades y de nunca rendirse. Me siento orgullosa de soñar, de no dejar que nadie me arrebate mis sueños y de no parar hasta conseguirlos. Porque puede que mis sueños no sean los mejores, y también puede que cuando se cumplan me de cuenta de que no eran para tanto, pero nunca me habré quedado con la espina de no haberlo intentado. En Marruecos he crecido y en Marruecos me he desarrollado, es allí donde he aprendido la calma, he aprendido a vivir “sin pausa pero sin prisa”, he visto gente que con muy poco ha conseguido ser más feliz que gente con mucho. Eso me ha llevado a pensar en el valor del dinero, es necesario, pero con poco también se puede hacer mucho, por lo menos en Marruecos. Cuando no estoy allí siento cómo el tiempo vuela, cómo pasan los días, incluso los meses, pero al llegar a Marruecos es como si la vida se parara. Es como si sintiese la necesidad de aprovechar cada minuto y disfrutarlo, observar a la gente, escuchar mi lengua, escuchar el sonido del imán de la mezquita indicando que es hora de rezar, respirar ese aire cálido que sólo me transmite confianza y me indica que ya estoy en casa, que ya puedo quitarme esa carga que llevo sujetando en la espalda y dedicarme aunque sea por poco tiempo, a descansar de la rutina.  
Restaurant Dar Naji Tanger (Septiembre 2014)
Salon Bleu, Tánger. (2012)
Las preciosas calles de Asilah (abril 2015)
Perdida en las calles de Asilah (abril 2015)


Asilah (abril 2015)


También dejo un poco de música: https://www.youtube.com/watch?v=04kWhCp3Fss
https://www.youtube.com/watch?v=zKGW9V1WSl8
https://www.youtube.com/watch?v=nKGsSWGe9j4